La Vellonera de Mis Recuerdos
Dr. Wilfrido Soto de Arce, PH. D.
¡LA VELLONERA DE MIS RECUERDOS!*
¡Hermosas canciones del ayer, que
quedaron grabadas en nuestra memoria!
Días antes de inaugurarse el Museo de la
Música y Radiodifusores de Arecibo, llegué a esta sede acompañado de mi esposa
Julie y un joven que aparentaba unos 25 años nos sirvió de escolta; y con mucha
soltura describió las áreas y espacios dedicados a diferentes músicos y
radiodifusores arecibeños. Allí no había un sitio, una foto, un radio que no me
remitiera a los años de mi adolescencia. Asi que mirando aquí y allá nos
detuvimos de repente frente a una Vellonera, donde estaba escrito el repertorio
musical de la época de oro del bolero. Con una mera lectura observé que habían
grupos musicales del patio y otras bandas de aquella gloriosa época, así como cantantes
extranjeros que estaban de moda. Me agradó leer el título del primer bolero que
impactó mi vida... “Prisionero del Mar,”
cuyo autor es el mexicano Don Luis Alcaraz. Lo escuché a mis 7 años en el
segundo piso del balcón de mi casa, en un momento que estaba contemplando y
disfrutando del hermoso mar de Arecibo. Cada vez que lo oigo, la mente se
traslada en el tiempo, y me parece estar viendo esa estampa de mar, faro y
cielo. El mismo mar que acarició a nuestro héroe...Víctor Rojas. De pronto, me
quedé un poco pensativo... Entonces, mi esposa caminó un poco hacia donde se
encontraba la memorabilia de la cantante y compositora Myrta Silva, primera
mujer que cantara y grabara con la famosa Sonora Matancera de Cuba.
Por espacio
de unos segundos seguí observando la Vellonera... y de momento recordé la
importancia que nosotros “los jóvenes del ayer” le dábamos a esta “caja
musical.” Al verla, me vino a la mente como un relámpago objetos y situaciones
que tienen la magia de hacernos volver al pasado. En esa época, los tocadiscos
eran escasos en los hogares arecibeños. Debido a su costo, era mucho más fácil
adquirir una radio cuya programación se desarrollaba alrededor de la música y
sus locutores complacían con agrado las peticiones de los oyentes, con canciones
que estaban de moda. Y fue entonces, que me dirigí visualmente al joven que
estaba a nuestro lado y le pregunté: ¿Sabes tú qué función jugó la Vellonera en
los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado? El joven me miró y sin titubear
contestó: “pues, me imagino que para la juventud entretenerse.” Ciertamente,
pero había algo más que decir y que al contarlo en este escrito, muchos de
nuestros amables lectores lo entenderán; los demás, los de mi juventud
recordarán aquellos días con mucho sentimiento y nostalgia.
Desde
luego, en esta ocasión los invito a realizar un viaje imaginario por una
hermosa época que muchos vivimos en nuestro querido pueblo de Arecibo; momentos
en que sus casas, comercios y calles estaban llenas de gente a cualquier hora
del día y el casco histórico urbano vibraba por doquier. En aquel entonces, las
familias eran muy unidas, los abuelos, tíos, primos y padrinos vivían cerca
unos de otros, los vecinos eran considerados y respetados como familia. Una
muerte en el vecindario era el luto de toda la comunidad. Crecimos en este
ambiente donde los dueños de negocios y los residentes vivíamos en paz y
armonía, donde coexistía un código no escrito de respeto entre todos con el
único propósito de mantener siempre, en lo que fuera posible... una buena
convivencia. Todo esto, a pesar de que en los bares se escuchaba la música de
Vellonera.
Pero, en
tiempos navideños esta caja musical se escuchaba aún más. Especialmente,
disfrutábamos de los aguinaldos y canciones como: “Creo en Dios” (I believe) interpretada por Tito Lara con los
Hispanos y “Los Reyes No Llegaron,”
sentida composición basada en una experiencia personal del Arecibeño Don
Estebán Taronjí, quien además fue compositor de: “Insaciable” y “Amor Robado,”
exitosos boleros que le brindó a su insigne compositor grandes regalías. En
esos días surgió el aguinaldo que ha trascendido el tiempo “Cantares de Navidad” de la pluma de Don
Benito De Jesús, que fuera interpretado por el Trío Vegabajeño. Asimismo, en la
despedida de año el Dominicano Juan Llibre, declamaba a través de la radio el
famoso poema, “El Brindis del Bohemio,”
cuyos versos formaban parte de la cultura popular, obra del autor Mexicano:
Guillermo Aguirre y Fierro. De más está decir, que estas y otras grabaciones de
muchos intérpretes llegaron a convertirse en clásicos de todas las épocas,
“hits” de la radio y Sinfonolas.
Asimismo,
surgió la figura de Felipe Rodríguez, “la Voz” cuyos discos reinaban en el “hit
parade” de la radio, ya fuera como solista de canciones como: “La Ultima Copa,” “Golondrina Viajera” o acompañado de su trío “Los Antares;” siendo su primera voz “El Rey del falsete” Don Raúl
Balseiro, un digno representante de Arecibo: “Cuna de las Primeras Voces.” Poco
después, surgió de la firma de su cuñado el arecibeño Don José “Pepito”
Lacomba, la canción titulada “Rebeldía,” excelente composición que Felipe “La
Voz” llevó al estrellato. La misma se repetía una y otra vez en la radio y
velloneras, siendo la preferida de los que estaban subiditos en copas; pues su
letra expresaba el desamor, la traición y el desengaño. Por otro lado, el
arecibeño José “Cheíto” González, puso de moda: “Una Noche Más,” “Cristal,”
y otras melodías...que fueron el deleite del público. Estos artistas marcaron
toda una época en el Pentagrama Borinqueño, cuando la gente se memorizaba las
letras de tan bonitas canciones y las cantaba en fiestas, reuniones y bajo la ducha
de un refrescante baño. Eramos un pueblo cantor, cuya gente paseaba por las
hermosas calles de Arecibo tarareando o silbando la música del momento. De esta
forma, toda una generación de compueblanos... manifestó su preferencia por los
poemas cantados.
Desde
entonces, recuerdo que a muy temprana edad me quedaba boquiabierto contemplando
el lujo de las Velloneras de antaño, marca “Wurtlizer.”
Al estar ubicadas casi siempre a la entrada de los Cafetines, me permitía
verlas más de cerca sin tener que entrar al local. ¡Hermosas Rockolas!...tan
novedosas, con sus luces brillantes que parpadeaban a todo color, como si fuera
un arbolito de Navidad. Entre los intérpretes mas escuchados estaban: Felipe
Rodríguez, el dúo Pérez-Rodríguez (María Esther Pérez Félix y Felipe
Rodríguez), nuestro Ruiseñor José “Cheíto” González, el Trío Vegabajeño, Los
Hispanos con Tito Lara, Trío San Juan con Johnny Albino, Trío Los Panchos,
Rafael Muñoz y César Concepción con sus respectivas Orquestas y otros músicos
del cancionero popular. Lo curioso es, que para poder escucharlos había que
concurrir a unos de los tantos bares con Velloneras; quizás unos 20 que se ubicaban
en las distintas áreas, del casco urbano de Arecibo.
Pero de
acuerdo a los amigos consultados, uno de los cafetines más concurridos era: el
bar de Doña Dislada Torres, ubicado en la desaparecida y gloriosa calle Santa
María. Este contaba con un billar y una “Wurtlizer”
en la esquina más importante del negocio. Los Jóvenes del ayer: Neco Miranda,
Eric “el zurdo” Rivera, Mercedes Maysonet, Ismael Bosque y el gran musicólogo
Don Rafael Figueroa Medina se reunían allí socialmente a conversar; entre copa y
copa, jugaban billar y a la vez escuchaban la música del momento. De vez en
cuando, sus rostros risueños se asomaban a la calle para admirar a las chicas
pasar... Especialmente se fijaban en su elegante forma de caminar y alguno que
otro se atrevía a decir un piropo en un tono alegre y bromista: ¡Mujer... eres tan bella que hasta las rosas
envidian tu caminar!- ¡Alma mía, que Dios te guarde pero...que me regale la
Llave!- ¡Preciosa... tu con tantas curvas y yo sin freno! Parece mentira,
pero el encanto, el buen gusto y costumbre de los hombres piropear o galantear
a las mujeres es algo que quedó en el pasado. Pero, lo cierto es que habian
consumidores para todas las barras.
Mientras la
tarde y noche transcurría, la escena arriba descrita se repetía una y otra vez
en los distintos cafetines de Arecibo. Uno de ellos “El Utuadeño,” contaba con
una moderna Vellonera, ubicado en las Calles José González Ginorio esq.
Alejandro Salicrup. Otros bohemios preferían visitar los cafetines “El
Cholito's Bar” y el Billar de Emilio “Millín” Barreto, localizados en el barrio
“la Puntilla,” donde existían varias Rockolas. Ahora bien, el mayor alboroto
ocurría en la calle Magallanes esquina Don José Limón De Arce, pues los Bares
de Don Julio Navas, Rafael Medina y Tito Rivera competían entre sí, por el uso
de la Vellonera. Escuchar las tres a la misma vez era un tremendo escándalo.
Felizmente, de vez en cuando los amantes de la música se ponían de acuerdo para
escuchar la canción seleccionada. De esta forma... al final la paz triunfaba.
Para ese
entonces, no era extraño que los hombres frecuentaran los llamados bares o
cafetines. El objetivo principal era relajarse yendo a disfrutar de una buena
conversación entre amigos; ya fuera saboreando una Cerveza, un trago de Ron
Palo Viejo, de Llave o una “Cuba libre.”
La tertulia era amena e interesante siempre y cuando se mantuviese la
compostura y respeto hacia los demás. De vez en cuando, uno de los clientes se
levantaba de la silla y se dirigía a la “Wurtlizer”
e insertaba una moneda para seleccionar la canción de su preferencia. Había
música para todos los gustos y sentimientos, ya fuera un tema de amor,
desengaño o traición, cada cual escogía la canción cuyas letras expresaran
mejor su estado anímico. Entre copa y copa se hablaba también de los deportes,
de cosas alegres, situaciones del diario vivir, y también se daban entre sí
consejos sobre las relaciones románticas y familiares.
Aunque
parezca extraño, en aquel tiempo los padres, tíos y vecinos estaban muy
pendientes a las chicas adolescentes... que vivían enclaustradas en el
santuario de su hogar. Solamente, los varones salían a la calle con plena
libertad de movimiento. Por otro lado, la comunicación por medios electrónicos
era imposible, ni hablar de celulares, mucho menos de teléfonos residenciales,
pues eran muy escasos. Eran tantas y tantas las dificultades que a los novios
se les hacía muy difícil comunicarse entre si. Las parejas se veían a
escondidas, o una chaperona servía de mediadora llevando y trayendo los
mensajes con expresiones amorosas entre ambos enamorados... ¡Momentos vívidos,
que en la práctica implicaba un gran riesgo! Pues, al parecer... nadie quería
tener un encontronazo con los padres de la chica.
En este
sentido, la Vellonera hizo una gran aportación, para los jóvenes del ayer,
quienes utilizaban una canción para formalizar sus encuentros románticos. Era
como una clave exclusiva entre ellos. Al llegar al vecindario, él escogía la
melodía que invitaba a la chica a un encuentro fugaz entre ambos, aunque asistir
a la misma no era cosa segura. Ahora todo parece tan fácil, pero en esos días
los enamorados tenían que ingeniárselas, los padres se oponían a cualquier
noviazgo de sus hijas; a quienes trataban con manos de hierro. Y para
castigarlas eran capaces de enviar a las chicas a lugares lejanos (otros
pueblos de la isla) y algunas veces hasta Nueva York. La disciplina era tan
rígida que a los 18 años, las damas ni siquiera podían salir solas y mucho
menos usar maquillaje. En conclusión...enamorar a una chica en esos tiempos era
una hazaña. !Que nadie lo dude!
A pesar de
tantas dificultades, el romanticismo todavía conservaba cierto aire de magia y
misterio. Quizás...por eso aún recuerdo la anécdota de un amigo que sigue tan
palpitante en mi mente, como si fuera ayer. El estuvo muy enamorado de una
joven de la calle Magallanes. Tan pronto ella escuchaba el danzonete titulado “Lena,” sabía de su presencia en el
vecindario. A los acordes de la Orquesta de Rafael Muñoz, el cantante José Luis
Moneró, entonaba con su melodiosa y sensual voz:
“Tu eres la ilusión de mi existir
Yo no puedo resistir la vida sin tu amor
Por ti daría la vida La última gota de sangre.
Yo quisiera que nunca me olvidaras
Tu eres Lena la Ninfa que adoro con loco
frenesí!”(2)
De tan sólo
Ana Emilia oir esta linda melodía...los ojos le brillaban como si fueran
rubíes. Acto seguido, buscaba la manera de salir discretamente de su hogar,
acompañada de una amiga. La espera era una cuestión de tiempo. Lo que más
quería era verlo y... hablar con él. Felizmente, el encuentro fugaz de los
enamorados era un triunfo al amor. Y así fue como, muchos se casaron, fueron
felices, tuvieron hijos y hoy día pueden contarles a sus nietos su historia
romántica.
Después de
todo, en esta nostalgia otoñal hay muchos gratos recuerdos de la Vellonera, un
gran entretenimiento para la juventud de los años cincuenta...Ayer yo era un
muchacho soñador, de 18 años, estudiante universitario para entonces. Al
presente, soy un joven de la edad dorada, cargado de años y de hermosas vivencias;
con una visión de la vida totalmente diferente a las de mis años mozos, repleto
de añoranzas y deseoso de revivirlas...si pudiese. Y es que la música, sus
mensajes poéticos cantados nos traen las añoranzas de un hermoso pasado, que no
deseamos olvidar... Esas remembranzas regresan a la memoria para nuestro
deleite, porque para todos los jóvenes del ayer: !Recordar es... volver a
vivir!
Todavía
hoy, cuando veo una “Wurtlizer” me
parece que es algo fuera de este mundo, pues ha desaparecido de los bares y
está en peligro de extinción. Quizás, podría verla en una película mexicana de
antaño o en el hogar de una persona que le guste la canción romántica, y desea
mantener esta “Caja Musical,” como
una reliquia histórica del recuerdo. Por eso me agradó mucho la sorpresa de
encontrar una Rockola, en el “Museo de la
Música y Radiodifusores Arecibeños.” En realidad, no niego que a mí me
encantaría depositar una moneda en la Vellonera del Museo, para sentarme a
escuchar y disfrutar de algunas de las bellas canciones del ayer, pero enmarcados
en mis propios recuerdos.
Completamente
absorto por tal idea... me doy cuenta que el recorrido ha terminado, y sólo
faltaba expresar mis felicitaciones a los creadores del Museo, a los Músicos y
Radiodifusores Arecibeños. Además, ya era tiempo de regresar a casa y es cuando
observo que mi esposa Julie esta echando una última miradita a la Vellonera.
Entonces,
me pareció escuchar el bolero “Prisionero
del Mar” y sin pensarlo dos veces me acerqué a ella, la tomé de la mano, y
empezamos a bailar...
Nota :
En este escrito usamos “Wurtlizer,”
Sinfonola y Rockola como sinónimos de Vellonera.
*De más estar decir que, la invención de la radio y como consecuencia el
uso de las Velloneras contribuyeron al desarrollo de la industria discográfica.
Los primeros discos llegaron en formatos de 75 revoluciones, luego le siguieron
los discos de 45 y finalmente los de 33 revoluciones y con el paso del tiempo
empezaron a usar la tecnología del momento. Luego llegaron formatos de música
en los “four-track,” “eight-track” y el cassette que ya no
eran de vinilo, sino una cinta magnética, que se escuchaban en tocadiscos y
automóviles. En tiempos modernos, la producción de estas máquinas musicales ha
evolucionado, gracias a la introducción de programas digitales.